La sociedad en la que vivimos, las concepciones aprendidas culturalmente, los comportamientos que hemos visto en casa… Todo ello nos ha llevado durante nuestra vida a buscar el “molde tradicional” en los modelos de pareja. Por ello, el hecho de tener otros tipos de relaciones de pareja son temas aún considerados tabús. Infidelidad y disfunción eréctil pueden ser dos términos que en principio no pondríamos juntos, pero realmente si pasa.
Uno de los grandes miedos que unen a la mayoría de las relaciones monógamas es, por ende, la infidelidad de la pareja en algún momento; esto puede venir provocado, sobre todo, por alguna infidelidad anterior o, incluso, en la misma relación. Quien lo haya experimentado, no podrá evitar pensar en si su pareja volverá a serlo o si, como ya lo ha vivido anteriormente, le volverá a suceder.
Este tipo de relaciones se basan en la exclusividad sentimental o afectiva, pero se hace hincapié en la exclusividad sexual. Sin embargo, y precisamente por esa “norma” no escrita, la infidelidad es uno de los hechos más comunes en las parejas a día de hoy. A pesar de eso, sigue manteniéndose en secreto para mantener una buena imagen, incluso con psicólogos o sexólogos.
El concepto de “engañar” a alguien está considerado como algo inmoral por muchos, pero ¿tenemos que verlo así en el siglo XXI? Varios estudios realizados en los últimos años han concluido que diferentes comportamientos humanos demuestran una inclinación natural hacia tener varias parejas.
Algunos de los motivos por lo que se comete una infidelidad suelen ser los siguientes:
- Falta de compromiso en la relación actual
- Poca satisfacción sexual
- Aceptación de las relaciones sexuales fuera de la pareja
- Apego por los motivos incorrectos
- Diferencias en los motivos que provocan en la pareja la excitación sexual
Por otro lado, siempre se ha coincidido en que hay mayor incidencia en que los hombres cometamos una hecho de este calibre a que lo hagan las mujeres, ¿esto es real?
La imagen popular establecida para los hombres no es muy halagüeña: sexo con cualquier persona, líbido al máximo, nuevas posturas… Debemos huir de estos estereotipos.
Al igual que ocurre con las mujeres, para tener sexo, los hombres necesitamos cierta conexión con la otra persona; si, por ejemplo, discutimos con nuestra pareja, no sentimos deseo sexual después.
Nos influye mucho que una mujer tome la iniciativa, que sean ellas las que nos digan que tienen ganas de mantener sexo: invertimos las reglas del juego, haciendo que nos resulte más complicado controlar las ganas de no ser infieles.
Además, a medida que envejecemos, este deseo disminuye. También afectan otros motivos, como las relaciones largas, los problemas del día a día, el estrés laboral…Las relaciones sexuales dejan de convertirse en una prioridad y pasan a un segundo plano.
Si estamos diseñados para tener varias parejas a nivel genético, ¿qué nos indica que tener una aventura no podría ser la manera de satisfacer nuestras necesidades sexuales? En una relación estable, esto adquiere otro matiz, dándole más importancia a la intimidad emocional.
Con esto en mente, el sexo fuera de la relación convencional podría considerarse actualmente la solución para que las personas con gran apetito sexual estén satisfechas: aliviamos tensión, liberamos endorfinas y ejercitamos todo el cuerpo.
Deseo sexual y felicidad emocional, ¿seremos capaces de conseguirlo?